Ñiquiñaque

Casi todas la noches se lucha con el demonio del placer, son los momentos más propensos a acceder ante el llamado de la lujuria, el placer impúdico, y vanagloriarse en las sombras de lo oscuro para no ir a la luz.

Lejos dejando las dudas, se siente en la sangre, el muro se estrecha y en pocas ocasiones se sabe amar. Crecer sin aburrir, las notas buscan salir de las almas envueltas en los enemigos del olvido, sufrir nunca jamás y avanzar sin esperar. No hay recuerdo de las lágrimas que formaron el collar de perlas, el aire de la niña roja se queda en los brazos y se pierde. Si un segundo basta para morir, debe bastar para cambiar. 

Nunca más sufrirás, inmensidad la noche es hoy, eternidad nada se va, laberinto de mil años de un alma sin fin. La pesadilla del trompe d'oeil depende de las marismas pálidas enfrente de un espejo, no busca, no opina, triste como un encierro. La algarabía sin limites para sobrevivir, causante del trémulo oblicuo del delator, del horror del trinar con aquella mirada sin piedad, juzgando todo y viendo todo. 

Vituperio al pernoctar, sin relaciones para seguir, sin sueños para escapar, castigo de la luz, corazón entero crucificado, llamado de la soledad eterna. La vida ñiquiñaque se salva para jamás volver.

Quisiera sepultar mi corazón entre tus entrañas. Beber al aroma de tu lengua como un gato milenario, la luna ahora es la madre de todos, toma y da. La flama de la pasión y conocer los sufrimientos eternos,  y por qué es una tragedia mortal.


M.W.

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